The National Times - El éxodo sin fin de la juventud de Bulgaria

El éxodo sin fin de la juventud de Bulgaria


El éxodo sin fin de la juventud de Bulgaria
El éxodo sin fin de la juventud de Bulgaria / Foto: © AFP

Tan solo ocho cunas ocupan la sala de maternidad del hospital de Gabrovo, en el centro de Bulgaria, donde trabaja la pediatra Bistra Kamburova, que ha visto disminuir drásticamente el número de recién nacidos en sus 37 años de carrera.

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"No queda mucha gente en edad de procrear. Los más jóvenes se han marchado a buscar trabajo en las grandes ciudades o al extranjero", dice Kamburova, agregando que sus dos hijos también se han ido de Gabrovo.

Bulgaria, el país más pobre de la Unión Europea (UE), pierde población a un ritmo casi sin par en el mundo. Como causas, la corrupción, la ausencia de perspectivas económicas y la sucesión de crisis políticas --los búlgaros tuvieron a principios de octubre sus cuartas elecciones legislativas en un año y medio y, una vez más, se encuentran con un parlamento fragmentado.

Anidada al pie de los montes Balcanes, la región de Gabrovo simboliza ese inexorable declive.

Cuna de la industria que a principios del siglo XX le valió el apodo de la Mánchester búlgara, en la actualidad apenas cuenta con 48.000 habitantes, en torno a la mitad que tenía en 1985.

Miles de obreros de la industria textil, mecánica, química o del calzado trabajaban allí bajo el régimen comunista, antes del ocaso provocado por quiebras en serie y privatizaciones salvajes.

- "Un desierto" -

"Yo llegué en 1985. En aquella época, los nacimientos aún eran elevados, unos mil al año", cuenta la doctora Kamburova, de 68 años.

El último año, solo nacieron 263 bebés en el servicio que dirige aún con energía "por un salario miserable".

A su lado, la comadrona Mariana Varbanova resumen los motivos: sin empleos no hay jóvenes y, sin ellos, no hay bebés.

Mientras, los pocos que quedan sueñan con irse.

"En Gabrovo, agradecemos la calma y el aire puro, pero es un desierto donde no hay más que personas mayores", confiesa Hristiana Krasteva, logopeda de 23 años que acaba de tener una niña.

Su marido, ebanista, está a punto de marcharse a Inglaterra a la búsqueda de un futuro mejor para su familia.

A las puertas de la primera escuela pública de Bulgaria, fundada en 1835, Ivo Dimitrov, estudiante de secundaria, confiesa que su sueño es viajar a Europa occidental en busca de "una educación de calidad y nuevos horizontes".

"Aquí es el caos", lamenta, criticando la negligencia de la clase política.

Una brizna de esperanza: Gabrovo ha aprovechado los fondos de la UE para poner en marcha proyectos de desarrollo territorial, en transporte o turismo.

El municipio también busca desarrollar el sector tecnológico, aunque este sector requiera poca mano de obra.

Pero "la inversión de la tendencia demográfica llevará tiempo", señala Adrian Nikolov, experto del IME (Instituto de Economía de Mercado) de Sofía, entrevistado por AFP.

- "Nietos de alquiler" -

La región ostenta el triste récord nacional de tener la tasa de natalidad más baja y el mayor número de pueblos deshabitados o con un solo residente: 163 de los 5.000 municipios de Bulgaria.

El país en su conjunto ha perdido una décima parte de su población en una década, según el último censo: se sitúa en 6,52 millones, la misma de 1934, frente a los casi 9 millones de 1989. Y una cuarta parte tiene más de 65 años.

En el pintoresco pueblo de Zaya, a unos 25 km de Gabrovo, sus 35 residentes son jubilados de distintas nacionalidades: franceses, británicos, rusos o italianos conviven con los locales, atraídos por un bajo coste de vida.

Como la tienda de ultramarinos cerró por falta de clientela, Marin Krasev, de 77 años, lleva en coche a otras tres señoras a hacer la compra fuera una vez por semana: entre todos se las arreglan, explica.

En verano, los adolescentes irrumpen en el pueblo dispuestos a alegrarles el día gracias a un programa municipal, "Nieto de alquiler", que permite a los jóvenes descubrir la vida rural.

"Se divierten con los conejos, aprovechan los tomates y pimientos que tienen a mano", explica con una sonrisa Boyana Boneva, de 75 años.

A.Wood--TNT