España, en busca de la civilización perdida de Tartesia
Durante siglos, la civilización de los tartesios, que los historiadores antiguos consideraban la más vieja de Europa occidental, fue una gran desconocida. Pero 3.000 años después de su aparición en la península ibérica va desvelando lentamente sus secretos gracias al meticuloso trabajo de los arqueólogos.
"La civilización tartésica" ha sido durante mucho tiempo "misteriosa", aunque el puzle "poco a poco se va rellenando", sonríe Sebastián Celestino mientras contempla los restos de una edificación de piedra y adobe que una decena de investigadores consiguieron rescatar.
Este arqueólogo de 66 años, integrante del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), dirige las búsquedas que se realizan desde 2015 en Casas del Turuñuelo, un yacimiento en el corazón de la región de Extremadura, en el suroeste de España. Un sitio de "gran riqueza", explica a la AFP.
Aquí descubrieron el año pasado cinco esculturas de rostros, dos de ellas adornadas con vistosos pendientes, en lo que supuso un logro mayor para los historiadores, intrigados desde hace tiempo por esta civilización y las causas de su desaparición.
"Era la primera vez que se encontraban figuras humanas relacionadas con el mundo tartésico", explica Celestino, que insiste en el buen estado de conservación de este antiguo santuario.
"Trabajar aquí es lo más", asegura.
- Mitos versus realidad -
Nacida del contacto entre la población ibérica y los colonos llegados de Fenicia o Grecia, la civilización tartésica prosperó entre el siglo IX y V antes de Cristo en el oeste de Andalucía, Extremadura y el sur de Portugal.
Mencionada por Heródoto y Plinio El Viejo, fue objeto de muchas teorías debido en gran parte a las descripciones contradictorias que hacían referencia a una ciudad, en ocasiones a un reino y en otras a un río.
"Hay muchos mitos" en relación con los tartesios, que algunos han llegado a vincular con "la Atlántida", cuenta Esther Rodríguez, corresponsable de las excavaciones en Turuñuelo.
Teorías que se han podido "desmontar" gracias al "trabajo arqueológico", que permitió "empezar a entender quiénes eran realmente", indica.
Iniciadas tras el descubrimiento en 1958 cerca de Sevilla del tesoro de El Carambolo, considerado como la primera prueba de la existencia de los tartesios, las búsquedas se intensificaron en los últimos años gracias al uso de tecnologías que recrean imágenes 3D de diferentes vestigios.
Así se pudo ver que los tartesios tenían "técnicas constructivas elaboradas", continúa Rodríguez, que describe una civilización próspera, impulsada por los recursos de metal de la región, que tanto interesaban a griegos y fenicios.
- Templos -
En total, se han identificado varias decenas de sitios tartésicos, principalmente en el valle del río Guadiana. En tres de ellos, ocultos bajo grandes montículos de tierra, se realizaron extensas excavaciones: Casas del Turuñuelo, La Mata y Cancho Roano.
Descubierto accidentalmente por un agricultor en 1978, este último conjunto monumental de 500 metros cuadrados, edificado en el siglo VI antes de Cristo, alberga tres templos de piedra construidos cada uno sobre las ruinas del anterior, todos orientados hacia el sol naciente.
Cancho Roano tenía una "función religiosa", pero también una "parte comercial", explica Javier Paredes, antiguo alcalde de la localidad vecina de Zalamea de la Serena y responsable del sitio, abierto a los visitantes desde 2001, sobre este lugar en el que se realizaban "grandes eventos".
Entre las paredes de este santuario se encontraron figuritas de bronce pero también joyas de oro, placas de mármol y piezas de cerámica, en ocasiones llegadas desde Grecia. "Esto demuestra que hacían mucho comercio", indica.
Según los arqueólogos, el sitio fue incendiado por los propios tartesios dos siglos después de su construcción tras un sacrificio de animales, y recubierto más tarde con mucha tierra. Un fin similar al que tuvo Casas del Turuñuelo, donde se descubrieron 42 cadáveres de caballos alineados en el suelo.
- Desaparición brutal -
El hecho de que estos yacimientos fueran enterrados explica su "buen estado de conservación", revela Sebastián Celestino, que detalla que todos los santuarios tartésicos de la región siguieron la misma suerte unos 400 años antes de Cristo, cuando se fija su final.
A pesar de que costaba "muchos días de trabajo rellenar por completo esos edificios", hacerlo era "una manera de protegerlos" porque tenían "un papel importante", explica Esther Rodríguez.
Varias teorías -como la llegada de una fuerte sequía o, por el contrario, de recurrentes inundaciones que hubieran dejado las tierras inservibles y obligado a sus habitantes a emigrar- se desarrollaron en los últimos años para tratar de explicar la desaparición de los tartesios.
Pero también en este punto, como en muchos otros, los historiadores solo pueden aferrarse a las hipótesis a falta de información inteligible. Los tartesios tenían una escritura, basada en el alfabeto fenicio, pero hasta el momento nadie consiguió descifrarlo.
"Va mejorando nuestro conocimiento", pero "aún nos queda mucho por aprender", admite Sebastián Celestino.
L.Graham--TNT